miércoles, 2 de noviembre de 2011

Vata dosha, en el desarrollo de la enfermedad


Vata, el poder del movimiento

La medicina ayurvédica siempre ha contemplado el cuerpo humano y sus intrincadas funciones como un todo. Hace miles de años, el ayurveda afirmó que la principal causa de la mala salud y de la muerte prematura se halla en los intestinos. Los antiguos sanadores consideraban que el intestino delgado era una parte extremadamente importante del cuerpo en virtud de las funciones vitales que desempeña entre ellas la síntesis y la absorción de ciertos nutrientes esenciales para el sistema nervioso y la eliminación de la materia fecal. Tal es así que, sin movimiento interior de los fluidos (vata), los residuos y los nutrientes, el cuerpo moriría.

Vata se traduce como "aire" o "movimiento", y como tal está presente en todo el cuerpo. Pensemos en nuestro cuerpo como una red de diferentes canales, conductos o vasos a través de los que se transportan alimentos, aire, agua, sangre, linfa y residuos. El sistema nervioso, el sistema circulatorio, el sistema linfático, el tracto intestinal, los bronquios, los pulmones, los conductos biliares, las vías hormonales y los conductos celulares, todo ello forma parte de una enorme y compleja red sustentada en el movimiento y la fuerza de vata.

Un movimiento reducido o excesivo en el organismo hace que el cuerpo enferme, mientras que un movimiento equilibrado lo mantiene sano y fuerte. Así pues, es fácil imaginar que los síntomas más comunes de una enfermedad (palabra que procede del latín infirmus, que significa débil), como dolor, nerviosismo o fatiga, sobrevienen de modo natural cuando los movimientos o funciones se complican o dificultan. Si el vata (movimiento) es excesivo, puede producirse hiperactividad e hipertensión; si el vata disminuye y se detiene, puede sobrevenir el estreimiento o el bloqueo de los conductos biliares. La congestión de las arterias coronarias, las paredes de los vasos sanguíneos, los nódulos linfáticos, los conductos urinarios, la glándula prostática, los senos, el útero, la glándula prostática, los senos, el útero, la glándula tiroides y otras partes del organismo son el resultado del mal funcionamiento del vata. El fluido bloqueado del vata es el responsable de cientos de enfermedades que la medicina convencional intenta eliminar por medio de fármacos sin prestar la debida atención a la causa de la congestión.

El vata, una de las tres fuerzas principales (doshas) que controlan todas las funciones orgánicas, se encarga de modo especial y directamente de la adecuada actividad de los intestinos. La sede de vata está en el colon. Si el intestino grueso está libre de cualquier obstrucción, el vata puede llevar a cabo sus importantes actividades en el resto del cuerpo y ello garantiza que todos los sistemas funcionen de modo óptimo. Por otra parte, cuando en el intestino grueso existe una acumulación de materia fecal y capas de mucus (ama) endurecidas, las funciones de eliminación de vata disminuyen drásticamente en el colon y también en el resto del cuerpo.

De modo similar, la acumulación de piedras en el hígado y en la vesícula dificulta el transporte de bilis por el vata y, por lo tanto, queda afectado el agni, el fuego digestivo. La congestión de esas dos  importantes partes del cuerpo, directa e indirectamente, incrementa la retención de sustancias perjudiciales en el tracto intestinal. A raíz de ello, las células sanas que constituyen el tracto intestinal ya no tienen suficiente "espacio" para respirar. Al dejarlas sin su sustento vital, muchas simplemente mueren y son reeplazadas por los restos de alimentos tóxicos no digeridos. Otras células más resistentes mutan en células cancerosas. La acumulación de residuos en el intestino también afecta a los músculos del colon ascendente, transversal y descendente, que, por lo general, son muy fuertes.

Para digerir una comida completa, las bacterias beneficiosas de los intestinos generan 10 litros o más de diferentes tipos de gases (vata). Esos gases ayudan a estimular y facilitar el movimiento peristáltico necesario para transportar el alimento y los residuos. Una vez cumplida esta tarea, la sangre absorve esos gases y los conduce a los pulmones para su eliminación. Sin embargo, cuando el colon está congestionado por acumulación de alimentos no digeridos, esos gases empiezan a quedarse atrapados en los intestinos. Por tanto, el movimiento natural descendente del vata se ve frenado, llega a estancarse y finalmente cambia de sentido. En vez de eliminar  la materia tóxica a través del recto y el ano, el vata da literalmente media vuelta y se lleva parte de los residuos tóxicos de los alimentos fermentados o podridos en la dirección contraria.

Cada barrera en cualquier sección del tracto intestinal actúa como una presa que embalsa el flujo de los alimentos, de los residuos y de los gases, así como de la sangre y la linfa. Sólo tenemos que imaginarnos un río y una presa. Cuando el agua empieza a retroceder, inunda vastos terrenos.

La forma de obstrucción más grave se conoce como en nombre de estreñimiento. El estreñimiento frena el paso por el tracto intestinal de los alimentos ingeridos, con lo que éstos se pudren y fermentan. La putrefacción se produce cuando los microbios del intestino atacan las proteínas, los péptidos y los aminoácidos de los huevos, el pescado, la carne, la leche y el queso. Los hidratos de carbono mal digeridos, así como el trigo, las legumbres, las frutas y las verduras son descompuestos por bacterias de fermentación. Los alimentos descompuestos contienen gran variedad de residuos tóxicos, entre ellos ácido sulfhídrico, amoniaco, histaminas, indoles, fenoles y escatoles. El ácido sulfhídrico y el amoniaco pueden dañar el hígado. Las histaminas pueden ocasionar transtornos alérgicos, como dermatitis atópica, urticaria y asma. Los indoles y los fenoles se consideran carcinógenos, es decir, que producen cáncer. El estreñimiento conduce a la sedimentación de las sustancias tóxicas, muchas de las cuales penetran en el sistema linfático. El resto de esas sustancias escapan hacia arriba o hacia abajo, o simplemente se acomodan donde pueden en el tracto intestinal.

Los residuos tóxicos hacen que las heces tengan un olor muy desagradable. Con el vata que ha cambiado de sentido, las toxinas, las bacterias perjudiciales, la materia fecal y algunos de los gases dañinos se ven forzados a ocupar las partes superiores del tracto digestivo, lo cual ocasiona un "atasco de tráfico". Este caos se percibe en forma de flatulencias o inflamación intestinal, calambres o sensación de saciedad. El flato es un fenómeno causado por más de 250 gases, entre los cuales, el más común es el hidrógeno.

A medida que la presión se extiende hacia arriba, cada vez más y más toxinas acaban en los vasos linfáticos responsables de vaciar el tracto gastrointestinal de los desechos metabólicos que se forman de modo natural, de las células muertas y des toxinas de los alimentos naturales, como los anticuerpos. Ello origina un edema linfático en los vasos relativamente grandes de la cisterna del quilo, que se halla en la zona media del abdomen ( a la altura del ombligo), visible por el engrosamiento o hinchazón del abdomen. En mi opinión, la acumulación en la cisterna del quilo de más toxinas de las que los vasos de ésta puede neutralizar o eliminar es una de las principales causas de prácticamente todas las enfermedades crónicas, entre ellas la obesidad, la diabetes, las enfermedades cardíacas, la artritis, el alzheimer y el cáncer.

El edema linfático en los vasos de la cisterna del quilo ocasiona grandes obstrucciones en el conducto torácico, que es el conducto linfático más grande del cuerpo y el responsable de drenar cerca del 90% de los desechos metabólicos ácidos que genera el cuerpo diariamente, células muertas y otras sustancias tóxicas. En los casos en que el sistema linfático no puede hacerse cargo de esta "basura", los tejidos y órganos acaban envenenados. Cuando el organismo empieza a tomar medidas para protegerse de la acidosis, la mayoría de la gente suele acudir al médicoen busca de ayuda, y éste determina que eso ( el intento de supervivencia del cuerpo) es una "enfermedad". De lo que quizás no se dé cuenta el médico es de que el cuerpo no se detiene en sus intentos por curarse por sí mismo de esa toxicidad, incluso cuando un tratamiento suprime, de manera efectiva, los síntomas de la "enfermedad".

Todos los residuos que no van a parar al sistema linfático siguen su camino por la vía ascendente. El continuo ascenso del torrente de partículas de desechos, toxinas y microbios pasa al interior del duodeno, y a veces incluso a través de la ampolla del vater el conducto biliar común. De la misma manera que el agua en un barco que se hunde, esa sustancia ama penetra en cada orificio o ranura de la zona superior del cuerpo, incluido el conducto pancreático y el propio páncreas. La congestión del conducto pancreático, además de impedir la liberación de las enzimas pancreáticas, puede ocasionar infección en el páncreas e incluso diabetes.

Todo esto agrava el estado del agni, el fuego digestivo. El drenaje linfático de esos órganos empieza a resultar cada vez más difícil y el sistema digestivo sufre la enorme carga de mantenerse en condiciones por sí mismo. Dado que la digestión de los alimentos se deteriora progresivamente, la cantidad de materia fecal atascada en el colon, además de las toxinas acumuladas en la sangre y la linfa, no afectan tan sólo al aspecto y las ensaciones del cuepo, sino que hacen que cada vez sea más difícil que los órganos internos funcionen adecuadamente. El hígado intenta soportar el incremento del nivel de toxinas en sangre produciendo nuevos cálculos. Los cálculos de los conductos biliares son como una bomba de relojería. Los alimentos, en vez de proveer al organismo de nutrientes y energía, se van convirtiendo cada vez más en grasa y materia tóxica. El oranismo se va deteriorando un poco más cada día.

Síntomas de desequilibrio de vata:
Arritmia cardíaca
Pérdida de peso
Atrofia muscular
Sofocos
Aumento de peso
Nerviosismo
Estrés mental
Problemas tiroidales
Protusión ocular
Transtornos metabólicos
Infección de oídos
Meningitos
Sordera
Problemas de garganta, dientes y senos nasales
Problemas oculares, dolores de cabeza
Pérdida del cabello
Pérdida de la memoria

Extracto del libro "Los secretos eternos de la salud" (Andreas Moritz)

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