miércoles, 7 de diciembre de 2011

Maya Tiwari, cómo consiguió remitir su cáncer


Maya Tiwari era una famosa diseñadora de modas en el corazón de Manhattan. Mimada por el éxito y la fama desde muy joven, irrumpe en su vida un cáncer que se resiste a cualquier tratamiento. Lo abandonó todo para remontarse hasta los orígenes de la medicina hindú y recuperar antiguas técnicas de curación que se hacen eco de los ritmos de la naturaleza.

Encontrar una "brahmacharini" (monja) hindú que enseña los antiguos secretos de curación védicos en una cabaña de troncos situada en Carolina del Norte es algo poco habitual. Sin embargo, esta pequeña casa es el hogar de Maya Tiwari, una ex-diseñadora de modas de Nueva York que tras sufrir de cáncer volvió a las tradiciones de sus antepasados y finalmente a una vida espiritual de renuncia.

Antes de padecer cáncer, Maya había llevado lo que se considera una vida cómoda. Se crió en una familia de inmigrantes hindúes en la Guayana Británica, se graduó en la escuela a los quince años, se trasladó a Nueva York y vivió el momento cumbre de la industria de la moda en Manhattan. Era una mujer muy atractiva y elegante, muy bien relacionada en un círculo social frecuentado por gente adinerada y famosa. Pero en el punto culminante de su carrera, con sólo 23 años, el cáncer irrumpió en su vida.

A pesar de someterse a un proceso implacable de operaciones y tratamientos, Maya Tiwari seguía infestada de la enfermedad. Desesperanzada, se retiró aquel invierno a una pequeña cabaña en Vermont y empezó lo que se ha convertido en el trabajo de su vida: "Si me iba a morir, tenía que poner ciertas cosas en orden. Lloré hasta que mis tejidos quedaron limpios de miedos, dolor, esperanzas, sueños y decepciones. Me di cuenta de que había manipulado mi propia vida".

Durante su estancia invernal, sólo dormía tres o cuatro horas por las noches y ayunó un mes tomando únicamente agua, zumos y vitamina C cristalizada. Cuando empezó a comer de nuevo, sólo consumía vegetales, frutas, arroz integral y legumbres.

El cáncer remitía

Fue una época de poderosas visiones. Sintió muy intensamente al padre que había perdido. Estoico y sereno, su espíritu le recordó los estudios que había realizado siendo niña sobre las escrituras hindúes y le contó los sueños que había tenido sobre sus sufrimientos con el cáncer y cómo le había infundido energía. Fue entonces cuando empezó a sentirse mejor: " Sentí que el cáncer remitía" recuerda.
Cuando el invierno declinó y aparecieron los primeros brotes de primavera, recuperó fuerzas y paz interior. "Seguía sintiendo que eso era la paz que se siente antes de morir. Fue un período en el que el silencio lo inundaba todo, en el que sólo había silencio. Era el tornado furioso, el viento huracanado, mi cuerpo atravesando el desierto. Lo divino había dado conmigo y el retiro me había devuelto la vida".

Con el tiempo, una vez desaparecidas las últimas secuelas del cáncer, Maya empezó a vivir una nueva vida. Se reconcilió con su familia, de la que había estado separada durante 12 años, aprendió a ayudar, aperdonar a quienes le habían hecho daño y a perdonarse a sí misma por los abusos cometidos. Poco a poco, la tranquilidad fue ganando terreno.
Se inició en la práctica del yoga y la meditación, descubrió la cocina macrobiótica y los métodos de curación asiáticos, así como el auténtico ayurveda, la ciencia hindú de la salud, a la que considera "la madre de todas las ciencias curativas".

De la granja a la moda

Sus abuelos llegaron a la Guayana Británica como sacerdotes de una comunidad hindú, llevados por los británicos como trabajadores contratados. Maya Tiwari nació allí y creció viendo cómo los mayores trabajaban la tierra, trillaban y molían el grano y amasaban las tortas de harina como habían hecho durante siglos: "Observar los ritmos cósmicos de la naturaleza era algo muy arraigado en mi país, incluso más que en la Índia".

Su familia era numerosa -once hermanos de dos madres-. Cocinaban en hornos de barro y no tenían nevera ni teléfono. Describe a su padre como un hombre moderno visionario, que daba mucha importancia a la educación: "Nos envió a escuelas británicas, donde nuestros profesores nativos supieron combinar lo armónico de los hindúes y los ritmos de los africanos con el sistema británico".
Tras independizarse de Gran Bretaña a principios de los años sesenta, la Guayana quedó dividida por una devastadora guerra civil que duró cuatro años. Su padre la envió a Nueva York para estudiar derecho, pero pronto conoció a Stella Adler, una de los muchos maestros que se ha encontrado a lo largo de su vida. Mientras Maya estudiaba arte dramático con Adler, pasó a dirigir una importante tienda de ropa con sólo 16 años de edad. Empieza su ascenso material.

Le resultó muy fácil desenvolverse bien en el mundo de la moda y pronto montó una tienda en Madison Avenue a la que siguieron varias más. "Fue un éxito inmediato. Jackie Onassis compraba en esta tienda y medio Hollywood se vestía de ella", recuerda. Su línea de moda, Maya, proclamaba la elegancia simple creadad con tejidos naturales. Las portadas de las más prestigiosas revistas de moda mostraban sus creaciones y se convirtió en una "suma sacerdotisa de la moda". Poco después, el cáncer irrumpió en su vida.

A la madre India

Si el cáncer devolvió a Maya sus raíces, la muerte de su padre la llevó a profundizar en su patria ancestral. "Mi padre es la persona a quien más he venerado en toda mi vida. Cuando murió, me sentí profundamente sola. Antes de morir, empezó a prepararme para el cambio drástico que iba  a dar mi vida. De hecho, él me dio la guía que me llevaría a servir a lo divino". Esta guía llegó en la forma de un sueño en el que vio a su padre de espaldas vestido de sacerdote. Pero cuando se dio la vuelta, tenía el rostro de otra persona. Un mes más tarde, conoció a Swami Dayananda Saraswati, uno de los pocos maestros vivos de las enseñanzas tradicionales de Vedanta, y lo reconoció como el hombre de su sueño. Dayananda se resistió a ser su maestro, pues desconocía el sánscrito y había  sido educada en una cultura occidental. Finalmente, Maya logró ser su discípula  (llegó a aprender el sánscrito en dos meses cuando lo habitual es hacerlo en 2 años). Tran nueve años de aprendizaje, se ordenó como monja y renunció a la vida mundana aceptando una vida simple de devoción.

Veintiún años después de su primer retiro en Vermont, Maya Tiwari inició un nuevo recogimiento silencioso. Durante cuatro meses, no leyó, ni escribió, ni se concedió distracción alguna. Comía una vez al día, tomaba té de hierbas por las mañanas y se dedicaba a la meditación: "El Sadhana ( práctica espiritual) trasciende a la mente pensante y el silencio es nuestro mejor Sadhana".
En su nueva definición, el "sadhana" es reproducir lo que hay de sagrado en la naturaleza a través de una práctica saludable que nos armoniza con ella. Respirar en consonancia con los ciclos naturales o entender la alimentación como una forma de nutrir la memoria de todas las cosas que existen en la tierra, son algunas de sus bases.

Actualmente, Maya Tiwari vive en una granja a las afueras de Asheville -"los indios la llaman el valle de las hierbas" dice-, está escribiendo su cuarto libro (en el que cuenta la historia de su vida) y tiene en mente construir una escuela para enseñar los poderes curativos de la ciencia hindú de la salud, la que le dio su propia curación. Mientras, sigue con su vida contemplativa. Se levanta antes del alba, medita, trabaja, estudia, pasea, se sienta para observar la puesta de sol, hace yoga y estudia las escrituras. Y se apresura en decir que ésta es su vida, no la que recomienda todo el mundo.

(Linda McDaniel)

Fuente: artículo extraído de la revista CuerpoMente nº 64 de agosto 1997
Página web de Maya Tiwari: http://www.wisearth.org/index.html


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