lunes, 5 de diciembre de 2011

Condiciones necesarias para curar una enfermedad


La capacidad curativa del organismo siempre está presente en la persona: es el ser consciente utilizado por el cuerpo físico como instrumento para expresar su individualidad y su razón de ser. La verdadera curación, que no tiene nada que ver con la erradicación de los síntomas de la enfermedad, no puede imponerse ni siquiera con los mejores tratamientos a menos que se produzcan las condiciones propicias. A continuación, señalo las claves principales para poder activar la capacidad de curación:

1) Antes de poder curar una enfermedad, hay que aceptarla. La aceptación de una enfermedad no es señal de resignación o de pasividad, lo cual desembocaria en depresión y miedo, sino lo que ayudará a infundir en el cuerpo sentimientos de compasión, amor, ternura y energía. Si uno acepta lo que es, sus propias energías curativas fluirán en su cuerpo y le dotarán de calma, del estado de relajación necesario para recuperar el equilibrio.
Mientras la persona siga pensando que es víctima de alguna desgracia, alimento, medicamento o incluso del karma (efecto de acciones pasadas), está lejos de curarse. Rechazar una enfermedad no hace más que activar la resistencia a ella, lo cual es motivo de tensión para el cuerpo y la mente y pone las células del cuerpo en estado de autodefensa. La tensión mina las funciones inmunológicas e impide la respuesta curativa. Cuando se acepta la enfermedad, se deja de ser presa del miedo y se adquiere el control sobre uno mismo; todo ello ayuda a comprender las verdaderas causas de la enfermedad.

2) En lugar de pensar que una enfermedad es un hecho negativo contra el que hay que luchar, es preciso percibirla como una oportunidad para reforzarse en áreas que han sido debilitadas y están poco desarrolladas. Los "desvíos" pueden conducir al individuo a zonas importantes que, de lo contrario, puede pasar por alto. Como la enfermedad no tiene otro plan ni otro poder que curar el cuerpo y la mente, lo más inteligente es colaborar con la enfermedad, no luchar contra ella.
La curación física implica la reparación de células dañadas y el desarrollo de otras nuevas. Al mismo tiempo, durante el proceso de curación, la persona tiene la oportunidad de fortalecerse, volverse más relajada, pacífica y dichosa. Crecer espiritual y emocionalmente a raíz de una enfermedad minimiza mucho la necesidad de más desvíos, como, por ejemplo, los transtornos físicos ya padecidos o nuevos.

3) Como la enfermedad no es más que el intento del organismo de encauzar la vida en un sentido más propicio y satisfactorio, no hay motivo para tenerle miedo o sentir angustia ante ella. El cuerpo hace todo lo que puede facilitar y ayudar a retornar a un estado de equilibrio. Por tanto, es muy beneficioso no condenarse a uno mismo o al propio cuerpo por sufrir una crisis de curación. Sin duda alguna, no se es víctima. El cuerpo siempre está de nuestro lado, nunca en contra de nosotros. Hay que hacer del cuerpo un amigo y dejar de tratarlo como  enemigo.
No hay que dejarse engañar por el concepto médico de que existen enfermedades autoinmunes en las que supuestamente el cuerpo se ataca a sí mismo. Por naturaleza, el cuerpo no se suicida, a menos que la persona misma lo sea (consciente o inconscientemente), sino que se limita a atacar a las toxinas instaladas en las articulaciones, los vasos sanguíneos, los conductos linfáticos o las células. La inflamación resultante es una mera respuesta de supervivencia y no debería confundirse con una enfermedad, aunque venga acompañada de dolor, infección o proliferación de células cancerosas.
Hay que ser positivos y permanecer tranquilos con respecto a la propia capacidad curativa y confiar en que el cuerpo siempre intenta restablecer la salud. Una enfermedad puede servirnos de guía personal  para fijarnos una nueva meta u orientación en la vida. Un sabio dijo una vez "La enfermedad es la forma que tiene Dios de llamar nuestra atención". Cuando se presta atención a la enfermedad y se acepta que es una bendición disfrazada en lugar de una molestia o amenaza, entonces revela su bendición inherente y con toda seguridad contribuye a llevar una vida más agradable, más cuidadosa.

4) Conviene evitar que el bienestar físico se convierta en el objetivo de nuestra vida: en su lugar, es mejor dejar que sea nuestro proceso en todo momento. El concepto de que la salud es un objetivo por el que hay que luchar implica la idea de que hay algo en uno mismo que está básicamente mal. Si, por ejemplo, se sufre dolor no hay que tomarlo como una señal de enfermedad, sino como una respuesta saludable del organismo para afrontar la situación de desequilibrio. La enfermedad es sólo un proceso de curación por el que pasa el cuerpo. Intentar escapar del presente y alcanzar un futuro mejor tan sólo agota las energías, lo cual dificulta la propia curación del cuerpo. Estar bien quiere decir estarlo en el momento actual, no en un futuro y ficticio. El momento actual es lo único que se puede tener con seguridad en la vida y es perfectamente idóneo para cada uno, aunque no lo percibamos así. Si nos resistimos a algo como una enfermedad, o la rechazamos, deberemos cargar con ella hasta acabar con el miedo que se esconde tras esa resistencia. Muy al contrario, aceptar la enfermedad es útil, independientemente de su manifestación. Atender al objetivo de ponerse bien en el futuro es irreal, porque nos sitúa fuera de la realidad del presente para ubicarnos en una que todavía no ha tenido lugar. La vida no consiste en tener un cuerpo físico perfecto, sino en vivir perfectamente con sus imperfecciones. Ésta es la verdadera salud.
La energía sigue al pensamiento. Vivir para un objetivo como deshacerse de una enfermedad priva al cuerpo de la atención y, por tanto, también de la energía necesaria para curarse y mantenerse. Si se vive momento a momento, toda la atención se centra en el cuerpo. Es decir, todas las células del cuerpo necesitan saber y sentir para desempeñar o reanudar el trabajo que tienen asignado. Las  células "alimentadas" a base de atención, cariño y  mimos sienten que uno está presente y vivo. Por el contrario, las células que se sienten atacadas por lo que "nos hacen sufrir" con palabras hirientes, expresiones de furia y amenazas, o con fármacos, cirugía invasiva y radiaciones, se quedan paralizadas y no pueden emplear su capacidad curativa, pues creen que nos disgustan o ue las odiamos y queremos que mueran. Las células son seres vivos y conscientes, como cualquiera de nosotros. Si estamos atentos al momento actual de la enfermedad sin acusaciones, sino mediante la aceptación cariñosa las células automáticamente se programan para desarrollar una respuesta curativa.


Extracto del libro "Los secretos eternos de la salud" (Andreas Moritz)

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